Floridablanca y la Revolución Francesa

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Eme
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Floridablanca y la Revolución Francesa

Mensaje por Eme »

FLORIDABLANCA Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Josefina Castilla Soto

Una de las principales preocupaciones de Floridablanca, que ocupaba el cargo de primer secretario de Estado bajo el reinado de Carlos IV, fue la de frenar la difusión y propaganda de las ideas revolucionarias de la Revolución Francesa en nuestro país.

Sólo en apariencia, Carlos IV había heredado una España en calma. La agricultura producía beneficios a los productores, el comercio con América estaba liberalizado y protegido con defensas seguras. También las obras públicas y las manufacturas textiles ofrecían signos de progreso. Sin embargo, Carlos IV también había heredado los problemas de Carlos III, los cuales no hicieron más que aumentar por la coincidencia en el tiempo con un factor que aunque llegado de Francia iba a influir notablemente en nuestro futuro: la Revolución Francesa.

Carlos IV mantuvo al comienzo de su reinado tanto la política como los ministros que había heredado. Así, Floridablanca conservó su puesto de primer Secretario de Estado. Hijo de un notario de Murcia, estudió Derecho en Salamanca y fue nombrado Fiscal del Consejo de Castilla en 1766. Tras su etapa de Embajador en Roma fue nombrado Conde de Floridablanca y sustituyó a Grimaldi como Secretario de Estado en 1776, cargo que desempeñó hasta 1792. Floridablanca se mostró con Carlos IV del mismo modo que lo había hecho con Carlos III, es decir, eficaz y serio.

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Una serie de factores se aliaron en Francia para preparar el camino hacia la revolución: bancarrota de la real hacienda, falta de grano, motines en París, difusión de las doctrinas republicanas, convocatoria precipitada de los Estados Generales de Francia después de dos siglos, etc.

Floridablanca empezó a alarmarse ante las noticias llegadas de Francia y reaccionó de forma lógica, dado que era un ministro al servicio del absolutismo, mucho más conservador que reformador radical. No es de extrañar por ello que en una carta a Fernán Núñez, Embajador español en París, se expresara así:

Nosotros no deseamos aquí tantas luces ni lo que de ellas resulta, la insolencia de los actos, de las palabras y de los escritos contra los poderes legítimos

Para colmo de males, la situación económica española había cambiado de signo, de modo que la fase ascendente que había permitido algunas de las reformas ilustradas había dado paso a una fuerte crisis económica derivada de la mala cosecha de 1788. La escasez de grano y el elevado precio del pan desencadenaron motines en muchas ciudades; eran motines del pan sin contenido ideológico alguno, pero Floridablanca adoptó una actitud de dureza hacia Francia.

A partir de 1790, la Asamblea Nacional francesa se dispuso a realizar cambios encaminados a reemplazar el absolutismo real por una monarquía constitucional, al tiempo que se contemplaba una reorganización de la sociedad de acuerdo con el espíritu laico de la ilustración. En 1791 se proclamaría la nueva Constitución. Estos acontecimientos empezaron a propagarse. Según el historiador Lucién Domergue, la propaganda, tomada en su acepción moderna, se desarrolla en el periodo que vamos a evocar a continuación, el final del Siglo de las Luces, y son los revolucionarios franceses, por su práctica, han contribuido al desarrollo de su significado y significante. Según este mismo historiador, se pueden señalar tres etapas diferenciadas en esta propaganda: la primera entre 1789 y 1792, la segunda en torno a 1792 y la última entre 1793 y 1795.

• En la primera, durante 1789-1792 la propaganda surgió de forma espontánea y empezaron a llegar noticias en impresos, manuscritos sobre la revolución en Francia y su Asamblea General. Las vacilaciones del gobierno español duraron sólo hasta septiembre de 1789 en que se produjo la reacción enérgica de Floridablanca. Éste sospechaba que, sobre todo en Bayona y en Perpiñán, se realizaban traducciones de folletos revolucionarios que después cruzaban los Pirineos. Principalmente por Pamplona, Santander y San Sebastián se difundieron ampliamente periódicos franceses, entre ellos La Asamblea Nacional, El Boletín, etc... También Cataluña se vio bastante inundada por esta propaganda. La circulación de escritos revolucionarios fue menor, en cambio, en el interior.

En 1787 se había creado la Junta de Estado cuyo principal cometido era la centralización del gobierno. Floridablanca se encargó de su dirección y de transmitir al resto de organismos administrativos dependientes de ella su intención de suprimir las noticias que llegaban del país vecino. Según Richar Herr Floridablanca utilizó más de una vía para el cierre de España; primero la censura de los periódicos oficiales aunque eso no impedía la entrada de periódicos franceses y folletos por la frontera con las noticias de Francia. Además, en septiembre y octubre de 1789 se dieron órdenes expresas a los oficiales de aduanas, tanto en las fronteras como en los puertos marítimos, para que folletos, papeles, etc. con noticias sobre Francia se retuvieran y se remitieran al Secretario de Estado. Floridablanca recurrió incluso a la Inquisición para que se ocupara de la retirada de manuscritos y folletos relativos a la Revolución.

Surgieron también resoluciones oficiales que encauzaron de forma definitiva las prohibiciones. Así, el 29 de diciembre de 1789 una resolución real dirigida a las Oficinas de Correos impedía repartir impreso alguno procedente del extranjero, ni en sobre abierto ni en sobre cerrado, si se sospechaba que contenía ese tipo de papeles. También, el 1 de enero de 1790, una real orden prohibía la importación, impresión y circulación de libros, papeles, estampas, cuadernos sobre la Revolución Francesa.

Dado el afán prohibitivo del gobierno ante toda noticia sobre Francia cabían dos respuestas: la venta clandestina y la discusión oral. Por ello, se ordenó la incautación de las obras prohibidas en las librerías y se advirtió a los libreros sobre los riesgos de su tolerancia. Esa advertencia se extendió a los responsables de las Universidades, academias y asociaciones literarias para que los jóvenes no utilizaran los libros prohibidos ni se prestaran a discusiones de corte político contrarias a las leyes vigentes.

En 1790, Floridablanca la emprendió con los extranjeros por considerarles causantes de que se propagaran las novedades francesas. En concreto, los franceses que residían en España eran en principio los principales consumidores de noticias llegadas de Francia. En Cádiz existía una amplia colonia de comerciantes franceses en cuyos domicilios recogían una importante cantidad de libros prohibidos por la Inquisición y otro tipo de papeles que llegaban mezclados con las mercancías que recibían de Francia. Ya en noviembre de 1789 se fijó en las paredes de la capital una proclama con la orden de que todos los extranjeros y españoles no residentes en ella la abandonaran en el plazo de 15 días, plazo que después sería ampliado. Varios miles de franceses salieron de España mientras que los que permanecieron tuvieron que someterse al gobierno español.

En 1790 La Cronique de París comentaba así la postura del las autoridades españolas:

En España se prohíbe la entrada de todos los escritos sobre la Revolución. En Madrid, el rey de España ha ordenado a todos los extranjeros que abandonen la ciudad, y recientemente ha prohibido que se envíe a los niños a estudiar a Francia, Todos esos esfuerzos son inútiles; el momento ha llegado

Pero otra importante fuente de información sobre los acontecimientos franceses serán los refugiados galos que, en cantidades bastante importantes, comenzaron a llegar a España en busca de asilo. Estos refugiados, una vez cruzada la frontera, relataban los sucesos y horrores que habían vivido. El 20 de julio de 1791, en vista de la llegada de refugiados por las fronteras, se dictó una cédula real con severas restricciones para ellos: podían entrar solamente por los puntos legalmente reconocidos. En el interior deberían aguardar el permiso oficial de estancia; debían jurar obediencia al rey y a las leyes españolas, en este juramento iba incluida la promesa de no hablar sobre los acontecimientos franceses. Fueron instalados mayoritariamente en las zonas fronterizas. También los refugiados eclesiásticos llegaron a un número importante pues la Asamblea Legislativa Francesa les ordenó abandonar Francia ya que, de lo contrario, serían deportado a Guinea. Este clero quedó sujeto a las mismas condiciones que los emigrados laicos.

A comienzos de 1791, Floridablanca colocó un cordón de tropas en la frontera francesa para evitar que perturbadores y vagabundos enturbiasen la amistad de los dos países. Por supuesto, ese fue el pretexto, nada resultó suficiente a pesar de que los funcionarios del gobierno superaron en celo incluso a los de la Inquisición.

•La segunda etapa de la propaganda se desarrolló en torno a 1792, pero a lo largo de ese año imperó el silencio en la prensa acerca de los acontecimientos franceses. La propaganda se planificó directamente desde París. El 19 de noviembre de 1792, los girondinos votaron un famoso Decreto: en nombre de la Nación Francesa, la Convención Nacional declara que concederá ayuda a todos los pueblos que quieran recuperar su libertad. Condorcet escribió entonces su “Adiós Español”, que tanta preocupación causó al Consejo de Castilla, ya que se proporcionaban los medios para derribar la dinastía de los Borbones.

Pero el 28 de febrero de 1792, Floridablanca fue cesado víctima de su propia intrasigencia respecto a Francia. Varias, no obstante, pudieron ser las razones de su cese: las intrigas de la alta nobleza que rodeaban a Aranda y que no aceptaban ni su poder ni sus orígenes humildes, además sus enemigos le acusaban de despotismo ministerial ya que trataba a los demás ministros como subordinados. Por otra parte, el odio de la reina María Luisa hacia Floridablanca por querer alejar éste de la corte a Manuel Godoy, apuesto guardia de coros y amante de la reina según las sospechas de muchos. Pero la principal causa apuntada fue la negativa de España a reconocer la validez del juramento de Luis XVI a la Constitución francesa por considerar que esa actitud ponía en peligro a la Familia Real francesa. Floridablanca fue sustituido por Aranda quien mandó detenerle acusándole de haberse enemistado con los extranjeros por su horror hacia la Revolución y de haber resucitado la Inquisición. Sería encarcelado en Pamplona y se buscó un pretexto para condenarle por abuso de poder.

•Por fin entre 1793 y 1795 se desarrolló la última etapa sobre la propaganda. Con Aranda, la Junta Suprema de Estado creada por Floridablanca, dio paso al Consejo de Estado con un mayor protagonismo de la aristocracia. La actitud oficial frente a la Revolución Francesa fue más relajada y los extranjeros dejaron de sentirse tan presionados. Pero los acontecimientos en Francia dieron un nuevo viraje, Luis XVI fue destronado y se declaró la República. La familia real francesa fue encarcelada por lo que Aranda tuvo que cambiar de actitud. De nuevo se reforzaron las labores de vigilancia en las fronteras pero para entonces el breve periodo de relajación había permitido la entrada masiva de periódicos franceses con el consiguiente aumento de suscriptores. Ante los acontecimientos, se fue adueñando de los españoles un sentimiento de inquietud y de odio hacia los franceses.

El derrocamiento de Luis XVI y las victorias militares de la nueva República llevaron a Carlos IV a cesar a Aranda y a nombrar a Manuel Godoy. En 1795, se firmó la paz con Francia dando paso a una alianza hispano-francesa. En principio, en estas circunstancias no parecía lógico pensar en la continuidad de la propaganda revolucionaria y en la contrapropaganda por parte de España. Sin embargo, los franceses que regresaron a España en calidad de comerciantes o viajeros se ocuparon de que continuara. Ello justificó la apertura de sumarios contra los francófilos por parte de la Inquisición.
"Si los hombres han nacido con dos ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar y mirar dos veces antes de hablar." Marquesa de Sevigné.
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Yaiza
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Re: Floridablanca y la Revolución Francesa

Mensaje por Yaiza »

Vaya, vaya, menuda censura en aquellos tiempos...les faltaba el internete, muchas gracias.
Por encima de la torpeza y cobardía generales, aparece un ideal agrupador de regiones antagónicas y de clases en pugna, un ideal que extrae su fuerza del mutuo instinto de conservación y es el intelectual - no el poeta de ojos tristes
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