Preguntas Cortas: Primo de Rivera y Marruecos

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peque
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Preguntas Cortas: Primo de Rivera y Marruecos

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PRIMO DE RIVERA Y MARRUECOS

Antes del golpe de estado de Primo de Rivera, éste había declarado públicamente una serie de opiniones abandonistas en Marruecos que en absoluto eran compartidas por el grueso del ejército. Una vez en el poder, estas opiniones fueron matizadas.

A su llegada al poder prometió una pronta y digna solución a la Guerra de Marruecos. Durante meses, este problema absorbió la mayor parte de sus esfuerzos, obligándole a asumir el cargo de alto comisario y a pasar largas temporadas al otro lado del Estrecho.

La generalización de la ofensiva rifeña, que veía cerca la retirada española, obligó al dictador a actuar con celeridad. Para evitar un desastre como el de Annual entre septiembre y diciembre de 1924 se abandonaron 300 puestos del sector occidental y se construyó la llamada “línea Primo de Rivera” que pronto demostró que no era una solución estable, ya que Abd-el-Krim seguía en su ofensiva. Los intentos de negociar la paz fueron un fracaso ya que Abd-el-Krim lo interpretaba como signo de debilidad español.

Por suerte para los españoles, tras la retirada parcial de los puestos en 1924 Abd-el-Krim, eufórico, decidió atacar también a los franceses en la primavera de 1925 y los franceses propusieron a España aunar esfuerzos para pacificar Marruecos. Para ello se celebró una conferencia hispano-francesa en Madrid en el verano de 1925. La colaboración no fue un camino de rosas, pues Primo de Rivera seguía en su idea de reducir su intervención al “mínimo esfuerzo al mínimo compromiso y gasto”. Pero ante la intransigencia de Abd-el-Krim en las negociaciones hispano-franco-rifeñas de 1926 Primo de Rivera, persuadido por Pétain tuvo que aceptar hacer un esfuerzo militar.

La campaña militar conjunta consiguió el objetivo propuesto, en mayo de 1926 Abd-el-Krim se rindió. La posterior tarea de desarme y sometimiento de tribus se produjo con sorprendente rapidez. Esto colocó a Primo de Rivera ante el hecho de tener que permanecer en Marruecos, con lo que pese a terminar la guerra, la sangría que para la Hacienda Pública suponía la permanencia en Marruecos continuaba.
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